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Una delicada anciana tenía un único hijo que se estaba educando con el shaij al-Ŷilani, sea purificado su secreto, y un día aquella anciana venerable fue a visitarlo y miró en la habitación de su hijo y vio que estaba comiendo un trozo de pan negro y seco como ejercicio espiritual y vio cuán débil y delgado estaba a causa de ello, y esto le afectó enormemente y movida por su compasión de madre fue a quejarse al shaij al-Ŷilani, y cuando llegó a él vio que estaba comiendo un pollo asado, y movida por su gran compasión exclamó: